existencialismo

Pero si se entiende bajo el término general de humanismo el esfuerzo por que el hombre se torne libre para su humanidad y encuentre en ella su dignidad, en ese caso el humanismo variará en función del concepto que se tenga de “libertad” y “naturaleza” del hombre. Asimismo, también variarán los caminos que conducen a su realización. El humanismo de Marx no precisa de ningún retorno a la Antigüedad, y lo mismo se puede decir de ese humanismo que Sartre concibe como existencialismo. En el sentido amplio que ya se ha citado, también el cristianismo es un humanismo, desde el momento en que según su doctrina todo se orienta a la salvación del alma del hombre (salus aeterna) y la historia de la humanidad se inscribe en el marco de dicha historia de redención. Por muy diferentes que puedan ser estos distintos tipos de humanismo en función de su meta y fundamento, del modo y los medios empleados para su realización y de la forma de su doctrina, en cualquier caso, siempre coinciden en el hecho de que la humanitas del homo humanus se determina desde la perspectiva previamente establecida de una interpretación de la naturaleza, la historia, el mundo y el fundamento del mundo, esto es, de lo ente en su totalidad. Heideggeriana: CartaH

Por contra, Sartre expresa de la siguiente manera el principio del existencialismo: la existencia precede a la esencia. Está adoptando los términos existentia y essentia en el sentido de la metafísica que, desde Platón, formula lo siguiente: la essentia precede a la existentia. Sartre invierte esa frase. Lo que pasa es que la inversión de una frase metafísica sigue siendo una frase metafísica. Con esta frase se queda detenido, junto con la metafísica, en el olvido de la verdad del ser. Porque por mucho que la filosofía determine la relación entre essentia y existentia en el sentido de las controversias de la Edad Media o en el sentido de Leibniz o de cualquier otro modo, el hecho es que habría que empezar por preguntarse primero desde qué destino del ser llega al pensar dicha diferencia en el ser entre esse essentiae y esse existentiae. Queda por pensar la razón por la que la pregunta por este destino del ser nunca fue preguntada y la razón por la que nunca pudo ser pensada. ¿O acaso el hecho de que las cosas sean de este modo en lo relativo a la distinción entre essentia y existentia no es una señal del olvido del ser? Podemos suponer que este destino no reside en un mero descuido del pensar humano y mucho menos en una menor capacidad del pensamiento occidental temprano. La distinción entre essentia (esencialidad) y existencia (realidad efectiva), que se encuentra oculta en su origen esencial, domina y atraviesa todo el destino de la historia occidental y de la historia en su conjunto bajo su definición europea. Heideggeriana: CartaH

El pensar atiende a estas relaciones simples. Les busca la palabra adecuada en el seno del lenguaje de la metafísica y de su gramática, transmitido durante largo tiempo. Pero, suponiendo que un título tenga alguna importancia, ¿se puede seguir llamando humanismo a ese pensamiento? Está claro que no, puesto que el humanismo piensa metafísicamente. Está claro que no, si es que es existencialismo y defiende la tesis expresada por Sartre: précisément nous sommes sur un plan où il y a seulement des hommes (L’Existencialisme est un humanisme, p. 36). Pensando esto desde la perspectiva de Ser y tiempo habría que decir: précisément nous sommes sur un plan où il y a principalement l’Être. Pero ¿de dónde viene y qué es le plan? l’Être et le plan son lo mismo. En Ser y tiempo (p. 212) se dice precavidamente y con toda la intención: il y a l’Être, esto es, “se da” el ser. El francés il y a traduce de modo impreciso el alemán “es gibt”, “se da”. Porque el “es” impersonal alemán que “se da” aquí es el propio ser. El “da” nombra sin embargo la esencia del ser que da, y de ese modo otorga, su verdad. El darse en lo abierto, con lo abierto mismo, es el propio ser. Heideggeriana: CartaH

El desterramiento deviene un destino universal. Por eso, es necesario pensar dicho destino desde la historia del ser. Eso que, partiendo de Hegel, Marx reconoció en un sentido esencial y significativo como extrañamiento del hombre hunde sus raíces en el desterramiento del hombre moderno. Tal desterramiento está provocado por el destino del ser bajo la forma de la metafísica, afianzado por ella y encubierto también por ella en cuanto desterramiento. Es precisamente porque al experimentar el extrañamiento Marx se adentra en una dimensión esencial de la historia por lo que la consideración marxista de la historia es superior al resto de las historias. Pero como ni Husserl ni hasta donde yo veo por ahora tampoco Sartre reconocen la esencialidad de lo histórico en el ser, por eso ni la fenomenología ni el existencialismo llegan a esa dimensión en la que resultaría posible por vez primera un diálogo productivo con el marxismo. Heideggeriana: CartaH

Aquí no está en juego ni el concepto de Kierkegaard ni el de la filosofia de la existencia. Antes bien, la existencia es pensada retrocediendo a lo extático del ser-ahí con la intención de interpretar el ser-ahí en su destacada referencia a la verdad del ser. Sólo desde esta pregunta resulta condicionado el empleo provisional del concepto de existencia. La pregunta sólo sirve para la preparación de una superación de la metafisica. Todo esto está fuera de la filosofia de la existencia y del existencialismo, resulta abismalmente diferente de la pasión básicamente teológica de Kierkegaard y se mantiene, por el contrario, en una confrontación esencial con la metafisica. Heideggeriana: HistoriaSer

P. Es a través de su libro ‘El Ser y la Nada’ como muchos lo descubrieron a usted en Francia después de la liberación. Y también el existencialismo le ha hecho su ‘padre’. Heidegger: El existencialismo es de alguna manera un contrasentido. Pero Sartre no ha sido responsable. Lo estimo mucho. Para un filósofo alemán es asombroso un hombre que sabe expresarse, a la vez, filosóficamente y por medio de la novela, el teatro y el ensayo. He sido muy sensible a esta facultad de los franceses. Fue un príncipe japonés que trabajó en mi casa hacia 1929 quien llevó mi obra a Sartre en París. Por el contrario, no pude leer ‘El Ser y la Nada’ sino hasta 1945. Heideggeriana: Towarnicki