erfahrbar

¿Qué es aquí lo que nos inquieta? El hecho de que así no puede hacerse la experiencia (erfahrbar) de la proximidad a la que pertenece la vecindad. Si la proximidad y lo vecinal pudieran ser representados parametralmente, entonces la distancia de la magnitud de una millonésima de segundo y de un milímetro darían la proximidad más cercana a una vecindad – comparada a la cual una distancia de un metro y de un minuto representarían ya la lejanía más extrema. De todos modos, se insistirá en que una relación recíproca espacio-tiempo pertenece a toda vecindad. Dos casas aisladas – en la medida que todavía quedan separadas por un paseo de una hora a través de los campos, pueden tener la mejor vecindad, mientras que dos casas urbanas que se hallen frente a frente en la misma calle o, incluso, están construidas una al lado de otra, pueden no conocer ninguna vecindad. Por tanto, la proximidad vecinal no reside en la relación espacio-tiempo. Por consiguiente, la proximidad tiene su esencia fuera e independiente de espacio o tiempo. Sin embargo, sería precipitado creer esto. Sólo podemos decir: la proximidad que prevalece en la vecindad no reside en el tiempo ni en el espacio entendidos como parámetros. Pero ¿son espacio y tiempo algo distinto? ¿Puede decirse incluso que son? ¿A qué se debe que el carácter parametral de espacio y tiempo sea obstáculo para la proximidad vecinal? Suponiendo que los parámetros espacio y tiempo debieran suministrar la medida para la proximidad vecinal y crear así la proximidad misma, entonces deberían de entrada contener en sí mismos lo que caracteriza lo vecinal: el en-frente-mutuo de ambos. Tenemos la tendencia a representarnos el en-frente-mutuo de ambos solamente como una relación entre seres humanos. También las conferencias han limitado el en-frente-mutuo de ambos a la vecindad de poesía y pensamiento como modos del decir. Dejaremos por ahora como cuestión abierta si se trata aquí de una limitación o de una liberación de la limitación. Con todo, el en-frente-mutuo de ambos tiene una lejana procedencia, a saber, de aquella amplitud donde la tierra y el cielo, el dios y el hombre se alcanzan. Goethe y Mörike gustaban de emplear la frase en-frente-mutuo, pero no sólo en relación a los seres humanos sino también tratándose de cosas del mundo. Cuando prevalece el en-frente-mutuo, todo, lo uno para lo otro, está abierto, abierto en su ocultación de sí; así, el uno se extiende hacia el otro, se entrega al otro y de este modo todos permanecen ellos mismos; uno está frente al otro como vigilante, custodiándolo, y está por encima de él como aquello que lo vela. Heideggeriana: EssenciaLinguagem