acusar

La segunda proposición de la conciencia dice: “La conciencia se da a sí misma su regla de medida (es decir, la verdad de su esencia)” (parágrafo 12, WW II, 68). Y en tanto la conciencia esencialmente aparece y este aparecer es el examinar en el sentido de tal “acusar”, rige la tercera proposición de la conciencia: “La conciencia se examina a sí misma” (parágrafo 13, WW II, 69). Por el contrario a nosotros nos queda sólo “el puro estar mirando” en este aparecer de la conciencia, que es un movimiento que la conciencia ejerce en ella misma. Se trata de ver de qué manera nosotros, como examinadores, somos la realización del ejercicio de este movimiento mismo. Se trata de concebir qué entiende Hegel por “experiencia de la conciencia”. 8549 Heideggeriana: HegelFenomenologia

La pureza del mero mirar no consiste de manera alguna en el despojo de todo hacer, antes bien en la máxima realización del hecho que es esencialmente necesario para este ver y su posibilidad. Lo añadido de este hecho es aquí el prever lo incondicionado. El prever, como intervención del mirar, se muestra con ello como mero tomar a su cargo lo que en el mirar ya se encuentra como su condición esencial y lo que nos es irradiado por el nuevo verdadero objeto como el rayo y es exigido por nosotros: que expresamente lo aportemos. Únicamente la intervención, que domina en la inversión, posibilita el puro mirar esencialmente justo. La esencia así concebida de este mirar es la esencia de ese “ver” (speculari), que en la metafísica absoluta de la conciencia se llama “especulación”. El pensamiento especulativo hace mostrarse sistemáticamente a la conciencia en su verdad trascendental incondicionada y es de este modo un “a-cusar”, tomada la palabra en el sentido riguroso que tiene en el lenguaje de Hegel. (“Aufzeigen”, “acusar” = “saber no inmediato”; comp. certeza sensible, parágrafo 1.9). El a-tusar es un abrir que precede (la inversión), de modo que en lo abierto de esta apertura las figuras de la conciencia, saliendo a su objetividad, recién pueden mostrarse. El acusar es un mostrarse y a la vez un hacer-surgir(-originarse). De este modo el “mero mirar” como acusar trascendental tiene en cierta manera el carácter de la “actividad” (abrir), pero al mismo tiempo también el de la “pasividad” (hacerse mostrar y asumir). La unidad originaria de la facultad representativa, que en su representar sobre todo es “activa” y “pasiva”, se revela en lo que Kant – y con él el idealismo alemán – denomina “la imaginación trascendental”. La “inversión” de la conciencia es la esencia de la “experiencia de la conciencia”. La experiencia es el acusar sistemático-trascendental, que hace surgir al “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir sigue al objeto que se origina justamente en el camino del regreso a sí mismo. Cuya objetividad es este originamiento que se muestra en tal seguir. El originamiento “es” y se esencia sólo en el originarse para el acusar, es decir, en y como experimentar. La experiencia es esencialmente un “curso”, es decir, un camino, en el que y por el que y al interior del cual la objetividad de la conciencia misma es andada y experimentada. La experiencia “hecha” de este modo no se pierde; pues en tanto rectifica esencialmente, es decir, [en tanto] conduce al verdadero objeto, como tal rectificación es la objetividad del verdadero objeto. Este camino es, como curso, el movimiento del devenir de la objetividad del objeto. Pero éste es la conciencia misma y su objetividad es el originarse de la suya en la verdad de su esencia. El camino es la conciencia misma como origen de su verdad. La objetividad del objeto es lo “formal” en el sentido estricto de lo determinante. (Comp. por ejemplo, la diferenciación kantiana de la naturaleza en el aspecto “formal” y “material”. La forma mienta la “existencia de las cosas” como el ser del ente. Lo material concierne a la extensión del mismo ente). Lo “formal” no es la insignificante forma exterior, sino la esencia esenciante de la conciencia, en tanto es en sí el propio aparecer, en cuyo aparecer manifiesta su objetividad. La experiencia, como curso trascendental-sistemático hacia la verdad de la conciencia, es en tanto acusar, al mismo tiempo, la presentación del saber que aparece. Como sistemática trascendental esta presentación es en sí misma “científica”, es decir, corresponde a la esencia del saber absoluto que se sabe a sí mismo. Por ello Hegel, inmediatamente después de la decisiva referencia a la “inversión de la conciencia”, dice de ella lo siguiente: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Según la esencia de la experiencia, determinada por la inversión de la conciencia, subsiste en la experiencia necesaria y continuamente la diferencia entre lo que es “para nosotros” y “para ella”, es decir, para la conciencia. 8637 Heideggeriana: HegelFenomenologia