Oscar Portela: Aquel arte inicuo

Aquel arte inicuo

…Y si finalmente nos diéramos cuenta que somos el tardío y apagado eco de un antiguo error. ¿Dónde irían a parar tantas certezas que sostenemos y nos sostienen. Este juego especular al que cándidamente llamamos “realidad”?
Aquí mismo, por supuesto. ¿Dónde más?
“Tener razón” C.G.E.

Época de simplificaciones. El diálogo debe adquirir, para pasar por el fino ojo de la cerradura comunicacional y mediática, un cierto formato “standard”. Algunas de las características de este formato son su organización como juego de preguntas y respuestas. El juego de las preguntas que tienen respuestas. El juego de las preguntas que exigen y reclaman respuestas. Y ese es, efectivamente, un cierto modo del diálogo. Lo llamaremos aquí, no sin cierta arbitrariedad, diálogo dialéctico, en el sentido que se supone las diferencias entre los interlocutores, para avanzar en el camino de la dilucidación de cuestiones. Este modo busca, en ultima instancia, el hallazgo de lo verdadero. O al menos, mientras tanto, de aquello suficientemente capaz de generar convicción de verdad. Las diferencias entre las preguntas y las respuestas, o en el caso del reportaje al que acompaña este breve comentario, las diferencias entre las preguntas del entrevistador y las respuestas del entrevistado, van ordenando pulcra y previsiblemente el sentido del debate. Este modo, el dialéctico, busca conocer lo que ya supone (oculto) de antemano. Preguntas “de actualidad”, vinculadas al “interés general”, que vienen exhibiendo impúdicamente la decisión que las organiza.

Nos encontramos así, paradójicamente, ante la imposibilidad del diálogo. Y resulta paradójico en tanto este preguntar no puede ni quiere saber. No puede saber porque quiere conocer. Viene en búsqueda de la reconfirmación de sus propios prejuicios a manos del interlocutor de turno. Venga ésta confirmación indistintamente por afirmación o rechazo. La reconfirmación de su carácter es el precio que tributa a la renuncia al pensar y pensarse. Lo hemos conocido de primera mano en estas pampas con J. L. Borges, infinitamente más incomprendido en cientos de reportajes que leído en sus obras. Salvando las distancias entre Borges y Heidegger, encontramos que este reportaje televisivo esconde, del pensamiento heideggeriano, más de lo que muestra.

¿Habrá una alternativa a este modo del diálogo? Apostamos a que sí, y ese modo podemos llamarlo diálogo dialógico o simplemente “pensar”, o “pensar juntos”. Este otro modo puede estar organizado sobre el concepto de disuasión. Claro está, que se trata, en principio, de la disuasión de los propios principios y verdades. A diferencia de nuestro habitual y cotidiano modo de preguntar, pensar y dialogar, el sentido del diálogo en el contexto de la disuasión, pone en juego el sentido de lo que hay. Así, el acento se desplaza de los sujetos interlocutores y sus verdades (ejes de la convicción posible), al dia (a través) del logos (sentido), al sentido que atraviesa la palabra, al través de la palabra misma, a ese ámbito reticular y polisémico donde lo que es, nos da que pensar .

En “Serenidad” , Heidegger presenta dos modos del pensamiento: el pensamiento calculador y la reflexión meditativa, éstos pueden ayudarnos a seguir pensando las posibles modalidades del diálogo y su relación con el pensar. A su vez y tal como escribe Heidegger, ese es un camino que cada uno de nosotros puede, solo o con aliados, recorrer. Felizmente, para la tarea del Pensar no hay atajos. Es un camino sinuoso que se abre, descubre y oculta a la vez. La indicación para los que se animen, es recorrerlo a su propio tiempo y ritmo. Y para los que no se animen, habrá siempre la esperanza de coherencia y certidumbre deseables, aún en un mundo fragmentario, caótico y yuxtapuesto. Estas elecciones sólo se pueden juzgar desde ellas mismas, y no entre sí. La consumación de la decisión de pensar abona condiciones de posibilidad diversas en las cosas y el mundo. Y por añadidura, en las gentes. El pensar multiplicará opciones, a la vez que planteará nuevas preguntas. Sólo algunas de ellas admitirán respuestas. Las mejores, serán aquellas que nos expongan al enigma y sean capaces de sostenernos allí.

Aquel arte inicuo de pensar y pensarse, tiene de salvífico lo mismo que tiene de perverso. Desafía la ilusoria equidad, la identidad, la equivalencia. Su aventura es habitar el sentido hasta implotarlo. Horror del statu quo. Orgasmo semántico. El pensar revela lo erótico en lo real, y desde allí, se realiza y lo realiza. Mientras tanto, la lógica y la logística se autosatisfacen desde la orilla del principio de razón suficiente. Consolación de la convicción, en la tautología. El precio de tener razón…

[b]Gesto y mueca[/b]

Época de paradojas. En el ya citado discurso público titulado “Serenidad”, Heidegger indica claramente el divorcio entre conmemoración y pensamiento. Este reportaje televisivo con motivo de sus 80 años, vuelve patéticamente a presentar la cuestión que él mismo advirtiera en 1955. Como si nada de esto hubiera sido dicho.

¿Es acaso el reportaje un modo de acceder al pensamiento de Heidegger, o en general, al pensamiento? Creo que no. Visto de otro modo, la excusa de los 80 años de Herr Professor Heidegger obtura, otra vez y cada vez, la posibilidad de acceder a la complejidad del pensamiento. ¿Qué significa esto? Que en la medida que nos distraigamos en la vana comprensión de las opiniones personales (aún la de los “pensadores”) nos estaremos sustrayendo a la posibilidad de pensar, con nuestras propias herramientas, limitaciones y condiciones de posibilidad. Otra vía de acceso a lo que nos dé que pensar, sería a través de la lectura de las obras. Allí donde están y tal como están escritas. Sin la acción suavizante de los comentadores ni cualquier otra pasteurización de su complejidad. Allí, y recién allí, es que el texto elegido resulta “irrelevante” ante el gesto del pensar. El texto se torna pretexto del pensamiento y comienza entonces la “fiesta” de lo intenso. ¿Y qué podemos esperar? Que al abrirse la esclusa, seamos habitados por las más diversas y dispersas situaciones y sensaciones, fastas y nefastas.
Lo intenso no filtra.
Lo enigmático intensifica.
Lo fatal no perdona.

La tierra está llena de fanáticos y detractores. Pros y Antis inundan las patrias. Gentes, cultas o no, que viven en la convicción surgida de las opiniones vertidas en publicaciones y medios. Sean éstas doctas o burdas. ¿Cambia en algo que sean las Obras Completas de Newton, Freud o Heidegger, en lugar del comentario seudo-periodístico de un pagado amigo del Poder? No y sí:
No son lo mismo en cuanto Newton, Freud, Heidegger y tantos otros, han constituido su obra a partir de la resignificación de los supuestos que organizaban su saber. Barajaron y dieron de nuevo. Los de su campo y los suyos propios. Ese es el gesto que muestran, siendo el más extraño y difícil de entender y acompañar. Por eso no es posible copiarlo. Cada vez, el gesto (el pensar) es otro, y ésa es su gran virtud.

Sí, son lo mismo en la medida que son pasibles de recoger las muecas que denotan opiniones, adhesiones y rechazos. Es decir, por el contexto en el que aparecen (la identidad, la subjetividad y todas sus peripecias forman parte de este contexto), con suma facilidad podemos admitir afinidad o disenso, sin asomarnos por ello, a su intrínseca complejidad. En ese caso, ambas dan igual. Es decir, el contexto de la subjetividad en general, los pone a todos los textos citados en un peligroso plano de igualdad respecto de la renuncia efectiva al pensar. Otra paradoja. El texto es “el mismo”, y el modo en que es leído y comprendido lo convierte en motivo para la reflexión, o en su efectiva renuncia.

¿Seguiremos reemplazando la comprensión del gesto, por la reproducción de la mueca? Esto debería darnos que pensar…

Y entonces, ¿qué hacer? Mi sugerencia es desoír todas las opiniones (comenzando por estas líneas) e ir al encuentro de las ideas, de los textos citados por Heidegger en el reportaje, y de cualquier otro material, alianza o situación donde las cosas y las ideas quieran bailar. Leyeron bien. A la fiesta de lo intenso están invitados los signos que sean capaces de rotar en su significación. Y si acaso eligiéramos la música adecuada para acompañar la danza, advertiremos que está sostenida en sus silencios, más que en sus sonidos.
Entonces, y solo entonces, la fiesta del “serse”, es decir del pensar y pensarse, estará en condiciones de comenzar y consumarse.

¡Que se diviertan, lectores!

Carlos G. Einisman
Pensador y Docente. www.elpensar.com.ar
e-mail: einisman@elpensar.com.ar