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Bedenkliche
segunda-feira 10 de julho de 2023
Bedenkliche, grave, pensable, Bedenklichste, gravíssimo, ce qui donne le plus à penser
[…] denominamos agora aquilo que por si é o que deve ser pensado [zu-Bedenkende]: o grave [Bedenkliche]. Todo o grave dá o que pensar, mas esse dom sempre se dá apenas na medida em que o grave a partir de si já é o que deve ser pensado [zu-Bedenkende]. Denominamos agora e na sequência aquilo que constantemente permanece para ser pensado, porque foi desde sempre e antes de tudo: o gravíssimo [Bedenklichste]. O que é o gravíssimo? Como ele se mostra em nossa época grave?
O mais grave é que nós ainda não pensamos [Das Bedenklichste ist, daß wir noch nicht denken]; ainda não, apesar de que a situação do mundo [Weltzustand] continuamente dá mais o que pensar. [GA8 :6; GA8PRS ]
pensável
o que cabe pensar mais cuidadosamente
grave
O gravíssimo em nosso tempo grave é que ainda não pensamos.
Já foi dado a entender como se deve compreender a expressão "o grave". É aquilo que nos dá o que pensar. Reparemos bem nisso e deixemos já agora a cada palavra o seu peso. Há algo que por si próprio, a partir de si, como que a partir de casa nos dá o que pensar. Há algo, então, que nos solicita no sentido de que a ele estejamos atentos, para que pensando nos voltemos para ele: o pensemos.
O grave, aquilo que nos dá o que pensar, de acordo com isso, de modo algum é fixado por nós, nem por nós estabelecido, nem por nosso intermédio re-presentado [vor-gestellt]. Aquilo que a partir de si mais dá o que pensar, o mais grave, de acordo com a afirmação é isso: que ainda não pensamos. [GA8 p. 7-8, trad. Schneider]
Las señas «señan» de múltiples modos. Haciendo seña, la seña puede hacer visible aquello hacia donde «seña» de modo tan simple y cumplido que vamos a ello sin equívoco alguno. Pero una seña puede asimismo hacer seña de modo que nos remite primero y por mucho tiempo a lo que tiene de no claro, (Bedenkliche) aquello desde donde hace seña, mientras que aquello hacia donde hace seña solo deja suponer que es digno de pensar y para lo que todavía se carece del adecuado modo de pensamiento. La seña que nos da la frase rectora es de esta clase. La esencia del habla nos es tan conocida por múltiples determinaciones, que difícilmente podemos desatarnos de ellas. Pero el desatarse no tolera ningún acto de violencia porque la tradición permanece rica en verdad. Por esto estamos primero requeridos a reflexionar sobre nuestras nociones habituales del habla, aunque sólo sea desde una amplia perspectiva, pero con la visión hacia delante, hacia donde hace seña la vecindad de ambos modos del decir, la poesía y el pensamiento: a la proximidad entendida como Decir. Se encuentra el habla, cuando se la representa como algo existente, como actividad del hablar, como manipulación de las herramientas del habla: la boca, los labios, la lengua. El habla se revela en el hablar como un fenómeno que ocurre con el hombre. Que se haya hecho la experiencia del habla y se la haya representado y determinado desde aquí hace ya mucho tiempo, lo atestiguan los nombres que las diversas lenguas occidentales se han dado a sí mismas: glossa, lingua, langue, language. El habla es la lengua. En el segundo capítulo de la historia de los apóstoles, que relata el milagro de pentecostés, el verso 3 y 4 dice: La Vulgata traduce: Et apparuerunt illis dispertitae linguae tamquam ignis… et coeperunt loqui variis linguis. Lutero traduce: «Y se les aparecieron lenguas, divididas, como de fuego… y comenzaron a predicar con otras lenguas». De todos modos, no se concibe aquí el hablar como mera locuacidad, sino en la plenitud del pneuma agion, del sagrado aliento. Esta representación bíblica del habla viene precedida por la caracterización griega del habla en su ser esencial que Aristóteles eleva a figura canónica. El logos, el enunciar, se representa inicialmente en los términos del fenómeno fónico del hablar. Aristóteles dice lo siguiente al comienzo de un tratado que más tarde obtuvo el título de Peri hermeneias, de interpretatione, sobre el enunciar: «Lo que tiene lugar en el fonar de la voz (los sonidos), son signos de aquello que le acaece al alma como padecimientos y lo escrito (es) signo de los sonidos vocales. Pues del mismo modo que la escritura no es la misma para todos, así tampoco son iguales los sonidos vocales. Pero de lo que éstos (sonidos y letras escritas) son primeramente signos, esto lo son los mismos padecimientos del alma para todos los hombres y las cosas de las cuales éstos (los padecimientos) configuran las representaciones semblantes, son asimismo los mismos.» Heideggeriana : EssenciaLinguagem