Deus e Natureza
El panteísmo es una noción — ¿o un término? — de la que se viene abusando hace tiempo. Empleado en sentido laudatorio por los historiadores liberales y en sentido peyorativo por los historiadores ortodoxos, se ha aplicado a casi todos aquellos que de la manera que sea trataban de expresar en términos metafísicos una noción especulativa de la divinidad. ¿Qué no se ha escrito sobre el panteísmo de la mística, el panteísmo de Plotino, el de Juan Scoto Erígena? ¡Se ha llegado a encontrar incluso un gran historiador de dogmas para descubrirlo en Santo Tomás de Aquino! En realidad, nada es tan escaso en la historia como un panteísmo verdadero, y nada lo diferencia más que la mística, incluso una mística especulativa, tan débil y tan «enflaquecida» como la de Sebastián Franck52. Ya hemos dicho algo sobre ello, pero el problema nos parece importante y conviene volver sobre ello y detenerse aún un poco53.
Sebastián Franck identifica Dios y la naturaleza; y los distingue también de modo resuelto54. ¿Una contradicción? ¿Una «paradoja»? Evidentemente, una paradoja, porque se trata, en términos modernos, de la identidad de lo diverso. Franck, y no es ninguna originalidad sino todo lo contrario, construye su metafísica tomando por base — o más exactamente, operando con la noción o con la categoría — de expresión. Es lo que permite identificar la expresión con lo que expresa y por otro lado distinguirla radicalmente de ella. Lo que le permite plantear una distinción entre Dios en sí, no expresado, y Dios expresado, e identificarlos nuevamente55. Lo que le permite proponer la expresión como esencial a lo que se expresa y afirmar que la expresión no modifica la naturaleza del ser expresado, aunque, incluso al expresarse, él permenezca «fuera» y «superior» a su expresión que jamás puede expresarlo enteramente.
Así es como su Dios, Dios en sí, divinidad — porque en sí no es todavía Dios — como tal, no es nada. No es siquiera — precisamente porque no es nada — y no se conoce porque no se puede conocer más que aquello que es algo56. No se conoce, además, porque el acto de conocimiento, incluso de conocimiento de sí, de conciencia, indica una dualidad, una separación que no tiene lugar en la unidad absoluta de Dios. Dios no se conoce porque no se expresa; no es inexpresable, es sólo lo inexpresado. Para conocerse, es preciso que se exprese; para tener conciencia de sí, es preciso que se oponga a sí mismo y se proponga algo distinto a sí que le limite; es preciso, además, que sea y para ser es preciso que actúe57. Ahora bien, como no hay nada fuera de él, puesto que sólo él es, no puede actuar más que sobre sí, y expresarse por sí. De este modo se forma, o forma, de sí y en sí, la naturaleza y la criatura y, en cierta forma, la deviene. El es, entonces, de dos modos: en la criatura y en sí mismo; es Dios gracias a la creación, gracias a esta acción misma que le convierte en «creador» y que le confiere una existencia distinta en relación con la de las escrituras que lo expresan y que encarnan su acción. Al estar expresado, al estar limitado en y por su expresión misma, puede, en adelante, conocerse, y esto en un triple sentido:
1.° En tanto, que se refleja en la criatura, ante todo en el hombre, se conoce por y en su imagen, su espejo; 2.° En tanto que actúa y se expresa, se conoce desde entonces como el que actúa y el que se expresa, y, por último (una idea que Weigel retomará más tarde); 3.° Dios se conoce a sí mismo en el acto por el que las criaturas le conocen, lo cual, una vez más, implica dos momentos diferentes: a) es Dios el verdadero sujeto de semejante acto de conocimiento (cosa que para Franck es fácil de admitir, porque Dios es el ser de la criatura, y el espíritu, el alma espiritual, la única que conoce a Dios, es en un sentido muy particular, expresión e imagen de Dios, y b) las criaturas, en ese acto, se identifican con Dios.