Pero en el paso atrás, este nombre pierde al mismo tiempo su fuerza denominativa, en la medida en que, inadvertidamente, sigue diciendo “presencia y consistencia”, determinaciones a las que nunca puede adjuntarse lo esenciante del ser como un simple añadido. Por otra parte, hay que llevar al extremo el intento de pensar el ser como ser con la mirada puesta en la tradición, para experimentar que y por qué ser no se deja determinar ya como “ser”. Este límite no hace que el pensar se extinga sino que, por el contrario, lo transforma, convirtiéndolo en aquella esencia que ya está predeterminada desde el escatimarse de la verdad del ser. Heideggeriana: NiilismoSer
La metontología sólo es posible sobre la base y en la perspectiva de la problemática ontológica radical, y en unión con ésta; precisamente la radicalización de la ontología fundamental propulsa la mencionada reversión de la ontología desde ésta misma. Lo que aquí aparentemente separamos por medio de “disciplinas”, proveyéndolo de títulos, es algo uno ¡así como la diferencia ontológica es una o uno el fenómeno primordial de la existencia humana! Pensar el ser como ser del ente y aprehender radical y universalmente el problema del ser quiere decir, a la vez, hacer tema del ente, a la luz de la ontología, en su totalidad. Heideggeriana: TranscendenciaST
Puesto que la metafísica pregunta al ente como ente, permanece cabe el ente y no sé vuelve al ser como ser. Como raíz del árbol, envía todos los jugos y fuerzas al tronco y a sus ramas. Las raíces se extienden en el suelo y el terreno para que, con ello, por el crecimiento del árbol, pueda éste separarse y abandonarlos. El árbol de la filosofía crece en el terreno de la raíz de la metafísica. El terreno y el suelo son el elemento por el cual la raíz del árbol es esencialmente [iv], pero al crecimiento del árbol puede recoger en sí el suelo de la raíz, porque desaparece la arboreidad en el árbol. O mejor, las raíces se pierden en los más finos hilos, en el terreno. El suelo es suelo para la raíz; en él se olvida a si misma para favorecer al árbol. La raíz pertenece al árbol, aunque por su naturaleza se entregase al elemento del suelo. Ella prodiga su elemento a sí misma y a aquél. No está vuelta como raíz al suelo; mucho menos reside su esencia en crecer y ramificarse vuelta hacia él. Es probable que el elemento no sea elemento sin que la raíz se hunda en él. Heideggeriana: EWM Apéndices
Los mortales son los hombres. Se llaman los mortales porque pueden morir. Morir quiere decir: ser capaz de la muerte en cuanto muerte. Sólo el hombre muere. El animal termina. No tiene a la muerte como muerte ni delante ni detrás de él. La muerte es el cofre de la nada, es decir, de aquello que desde ningún punto de vista es algo que simplemente es, pero que, a pesar de todo, esencia, incluso como el misterio del ser mismo. La muerte. como cofre de la nada, alberga en sí lo esenciante del ser. La muerte, como cofre de la nada, es el albergue del ser. A los mortales los llamamos ahora los mortales, no porque su vida terrena termine sino porque son capaces de la muerte como muerte. Los mortales son los que son como los mortales, esenciando en el albergue del ser. Ellos son la relación esenciante con el ser como ser. Heideggeriana: COISA Apéndices
En la historia de ese ocultamiento del ser que es la historia de la metafísica, el pensamiento puede seguir, en efecto, la historia del ser mismo y emprender por consiguiente el siguiente paso de su camino: la consideración del ser como ser. Heideggeriana: SeminarioThor1969 Apéndices
En primer lugar: ¿Qué es necesario para que se produzca una iluminación interior tal? Respuesta: que el ser mismo se manifieste; dicho de otro modo, que el Dasein despliegue lo que Ser y Tiempo llama “una comprensión del ser”. Que en Ser y Tiempo la pregunta del ser como ser sea planteada como pregunta es una transformación tal de la comprensión del ser, que llama a una renovación de la lengua. Pero la lengua de Ser y Tiempo, dice Heidegger, carece de seguridad. La mayor parte del tiempo habla aún con expresiones tomadas de la metafísica, e intenta decir lo que debe ser dicho con ayuda de nuevas formaciones, creando palabras nuevas. En 1959, aporta Jean Beaufret, Gadamer decía de su maestro: “Es Hölderlin quien lo ha desatado de la lengua”. Heidegger precisa que fue a través de Hölderlin que comprendió la inutilidad de forjar nuevas palabras; fue después de Ser y Tiempo que se dio cuenta de la necesidad de un retorno a la simplicidad esencial de la lengua. Heideggeriana: SeminarioThor1969 Apéndices