GA64 – Dilthey
La publicación de la correspondencia entre Wilhelm Dilthey y el conde Paul Yorck de Wartenburg me brinda la ocasión para comunicar de manera provisional la siguiente investigación sobre el tiempo. El presente tratado quiere profundizar en la comprensión de esta correspondencia. Se trata de sacar a la luz la positiva tendencia originaria que late en el tipo de investigación que guía la redacción de las cartas. En una carta del 4 de junio de 1895, Yorck señala el origen objetivo y, por consiguiente, más genuino de esta ejemplar amistad filosófica: «nuestro común interés por comprender la historicidad » (p. 185). La siguiente investigación retoma este interés e intenta clarificar la viva problemática ahí presente.
Con semejante clarificación de la problemática concentrada en «comprender la historicidad», la moderna investigación científica debería estar en condiciones de hacer efectivo, mediante una confrontación productiva, lo que Dilthey y Yorck nos han dejado en herencia. De ahí que sea necesario ilustrar brevemente aquello que ambos amigos perseguían en su interés común. Parte de nuestra tarea consiste en mostrar que cada uno atendió a este interés de manera diversa. La siguiente exposición tiene que dar cuenta de esta diversidad. En el caso de Dilthey se dispone de amplias y detalladas investigaciones. De entrada, todo intento de proseguir esta labor debe atenerse a Dilthey. En el caso de Yorck, en cambio, sólo se conocen reflexiones aisladas y tesis por lo común de carácter general, que nacen de forma un tanto dispersa, fruto del trabajo realizado en compañía de su amigo. Sus reflexiones y tesis lo colocan, por decirlo así, un paso por delante en la batalla que ambos emprendieron en común. Yorck ve quizás con mayor agudeza y piensa de un modo más radical.(3) La correcta apropiación de sus reflexiones sólo se logra encuadrándolas por entero en el trabajo llevado a cabo por Dilthey y haciéndolas productivas para este trabajo. Sólo así las cartas de Yorck se pueden comprender como las cartas de un amigo preocupado únicamente por la existencia de aquel con quien filosofa a través de una comunicación viva y, por ende, preocupado por la propia existencia. Por otro lado, el intento de determinar, por un afán de simple curiosidad, quién fue el «más grande» conduce a interpretar erróneamente el modo de pensar de estos dos amigos.
El tratado que sigue a continuación se estructura, pues, de este modo: en la parte introductoria (sección I) se caracteriza brevemente la problemática que ocupa a Dilthey. Desde la perspectiva de esta problemática habrá que clarificar la tendencia filosófica de Yorck a partir de pasajes característicos de sus cartas. La investigación sobre el tiempo se enmarca en este horizonte. El análisis del Dasein con respecto a sus caracteres ontológicos (sección II) ofrece la base para emprender la explicación del tiempo (sección III). En el marco del campo fenoménico así expuesto en las secciones II y III, la historicidad se fija en sus líneas fundamentales como el carácter ontológico del Dasein y, a su vez, se determina el tipo de investigación desde el que es posible lograr una «comprensión» de la historicidad y del Dasein (sección IV). Con esto, nuestra reflexión regresa a su punto de partida, al mismo tiempo que muestra una tendencia a fomentar hoy en día el espíritu del conde Yorck y a colocarse al servicio de la obra de Dilthey.
Todos los trabajos de Dilthey se mueven por el impulso de lograr una comprensión científica de la realidad espiritual, social e histórica del hombre, es decir, de «la vida», y pretenden fundamentar esta comprensión de una manera científicamente genuina. El conocimiento científico sigue dos caminos a la hora de explorar la vida en su afán de comprenderla: por un lado, el camino de la filosofía, cuyo propósito último es, según Dilthey y Yorck, de orden moral y pedagógico; y, por otro lado, el camino de la ciencia histórica del espíritu, que muestra la vida en sus «objetivaciones». El auténtico carácter científico de las disciplinas de la ciencia histórica del espíritu se funda en el hecho de que lo que a fin de cuentas constituye el tema constante de sus objetivaciones – a saber, la vida– se elabora en el marco de la estructura misma de esta ciencia histórica del espíritu. Sólo así estas ciencias particulares logran alcanzar, para sus preguntas e interpretaciones, un hilo conductor seguro que arranca del contenido real de su tema. Pero como ciencias del espíritu precisan fundarse en principios generales a través de los cuales su comportamiento cognoscitivo queda regulado metódicamente. Ahora bien, los principios y las reglas hay que obtenerlos del «conocer» mismo, el cual, a su vez, tiene como «subsuelo» la «conexión psíquica» (la vida). Por tanto, la aspiración de elevar la ciencia histórica del espíritu al rango de una cientificidad genuina es conducida por dos «lados» –el lado del objeto temático y el lado del conocimiento que descubre ese objeto– ante una única tarea: la de examinar a fondo la «conexión psíquica» misma en sus estructuras. Pero también la filosofía, en la medida en que debe elaborar una teoría del hombre según las posibilidades fundamentales de la vida humana, se ve colocada ante la misma tarea de analizar esta «conexión psíquica». La filosofía tiene que hacer visible «el entero hecho llamado “hombre”» –este ser que piensa, que quiere y que siente– con respecto al «nexo estructural» de sus vivencias. Este nexo estructural no transcurre, por decirlo así, en la vida, no acontece con ella, sino que es «vivido». Y precisamente es vivido de tal manera que en cada una de sus acciones y motivaciones está presente el todo de la vida. En cuanto vivido, el nexo estructural de lo psíquico es al mismo tiempo un «nexo evolutivo». En la medida en que la vida es evolución y desarrollo, y esto en cada caso como vida concreta e histórica, su propia historia debe convertirse para ella en el organon de comprensión. Y esta historia habla de manera tanto más originaria y eficaz cuanto con mayor seguridad las ciencias históricas que se ocupan de ella, es decir, las disciplinas históricas, se mueven en su propio terreno metodológicamente asegurado y conceptualmente elaborado. La teoría del hombre, la historia concreta de su espíritu y la teoría(4) de las ciencias del hombre y de su historia constituyen tres objetivos, pensados, no obstante, siempre en su unidad, a los que tiende explícitamente o no cada una de las investigaciones de Dilthey y cada una de sus problemáticas, por muy aisladas que éstas sean. Estas investigaciones se fundamentan en una «psicología» de la vida, esto es, en una psicología que estudia la conexión psíquica como tal. Al tener que comprender «la vida» como una realidad originaria propia, nos encontramos con que el modo de su elaboración científica sólo puede estar determinado a partir de la vida misma. Esto implica el hecho de que apostar por semejante «psicología» imposibilita cualquier intento de examinar científicamente lo psíquico como si se tratara de un objeto de la naturaleza. El nexo psíquico está dado primariamente en su unidad, y las estructuras individuales que la constituyen deben comprenderse a partir de este todo que hay que tener primariamente presente y al que siempre se acaba por regresar. Lo psíquico no puede construirse a partir de elementos fijados hipotéticamente. Pero la descripción del nexo psíquico debe tener al mismo tiempo el carácter de un saber seguro y universalmente válido, puesto que tal descripción debe satisfacer la tarea de fundamentación arriba indicada. I
Con lo dicho hasta ahora queda clara la postura metodológica desde la que Dilthey aborda toda esta problemática. «Sólo en la experiencia interna, en los hechos de la conciencia encontré un punto de anclaje firme para mi pensamiento .» «A su estudio y a su valoración de los fenómenos históricos les faltaba establecer el vínculo con el análisis de los hechos de la conciencia y, por tanto, carecían del fundamento que en última instancia proporciona un único saber seguro; en pocas palabras, les faltaba una fundamentación filosófica.» Desde semejante punto de vista «nuestra imagen de la naturaleza entera se muestra como una mera sombra proyectada sobre una realidad efectiva que nos permanece oculta; en cambio, poseemos la realidad tal cual es sólo a partir de los hechos de la conciencia que nos son dados en la experiencia interna». En estos hechos de la conciencia se debe hacer visible el «hombre entero», el pleno «proceso real de la vida». Por cierto, con este intento Dilthey se opone a toda la psicología «intelectualista». Pero el método en el que se basa su trabajo de fundamentación sigue siendo el modo de acceder a las cogitationes (res cogitans),y el enfoque temático de este trabajo de fundamentación continúa siendo el fundado y desarrollado por Descartes en sus Meditaciones. I
La tendencia que anima a Yorck en su contacto con la labor y la problemática de Dilthey se muestra precisamente en la postura que adopta frente a las tareas que competen a la disciplina fundamental, la psicología analítica. A propósito del tratado que Dilthey presentó a la Academia ], con el título Ideen über eine beschreibende und zergliedernde Psychologie (1894), Yorck escribe: «La reflexión sobre sí mismo como medio cognoscitivo primario y el análisis como procedimiento cognoscitivo primario quedan firmemente establecidos. A partir de aquí se formulan proposiciones que se verifican por su propia constatación. Pero no se realiza ningún paso hacia un análisis crítico, hacia una explicación y, por consiguiente, hacia una refutación interna de la psicología constructiva y de sus supuestos» (Briefwechsel, p. 177). « la renuncia a un análisis crítico, esto es, la renuncia a ofrecer una explicación completa y a fondo de la proveniencia psicológica de cada cosa, está en conexión, a mi juicio, con el concepto y con la posición que usted le asigna a la teoría del conocimiento» (p. 177). «La explicación de la inaplicabilidad –el hecho de ésta ha quedado establecido y precisado– sólo se da en el marco de una teoría del conocimiento. Esta explicación tiene que dar cuenta de la adecuación de los métodos científicos, tiene que fundamentar la metodología e impedir, como sucede ahora, que los métodos se obtengan –debo decir que al azar– de los dominios particulares» (pp. 179s). I
En esta exigencia de Yorck –que es, en el fondo, la de una lógica que, como la de Platón y la de Aristóteles, precede y guía a las ciencias– está implícita la tarea de elaborar en términos positivos y radicales las diversas estructuras categoriales del ente que es naturaleza y del ente que es historia (la vida). Yorck encuentra que las investigaciones de Dilthey «acentúan demasiado poco la diferencia genérica entre lo óntico y lo histórico» (p. 191) . «En particular, se emplea el procedimiento de la comparación como método de las ciencias del espíritu. Aquí difiero de usted . La comparación es siempre algo estético, se aferra siempre a la forma. Windelband asigna formas a la historia. Su concepto de tipo es muchísimo más profundo. Lo que allí está en juego son caracteres, no formas. Para aquél, la historia es una serie de imágenes, de formas individuales, una exigencia estética. Porque, al fin y al cabo, para el cultivador de las ciencias de la naturaleza no queda, fuera de la ciencia, otra vía de apaciguamiento humano que el goce estético. El concepto que usted tiene de historia es, en cambio, el de una conexión de fuerzas, el de unidades de fuerzas, a las que la categoría de forma sólo se podría aplicar en un sentido figurado» (p. 193). I
La problemática fundamental de Dilthey implica, pues, la tarea de una ontología de lo «histórico». Sólo en la ontología se puede realizar la tendencia a «comprender la historicidad». Asimismo, la comprensión que Yorck tiene de la historia deja claro que semejante ontología no puede seguir el camino de la ciencia histórica y de su objeto. Antes bien, la existencia humana constituye el terreno fenoménico de esta ontología. Antes de la pregunta crítica de en qué medida y si en general la posición ontológica que los dos amigos toman con respecto a la tarea de comprender la historicidad resulta adecuada, hay que poner al descubierto la constitución ontológica del Dasein a través de una exposición positiva del fenómeno del tiempo. I
