GA51:15-16 – início (Anfang)
El hombre moderno difícilmente se encuentra en lo conforme a esencia porque, en otro respecto, conoce demasiadas cosas e incluso se cree que lo conoce todo. Para él todo lo anterior es cosa pasada, algo que puede ser aclarado a conveniencia por lo posterior y propio. Como lo anterior no es experienciado en tanto que lo inicial de la historia acontecida, no tiene aquí ya poder alguno de decisión. Pero el inicio (Anfang), en tanto que inicio, sólo es experienciable allí donde nosotros mismos pensamos inicialmente, en conformidad con la esencia. Este inicio no es lo pasado sino que, al haber decidido previamente todo lo por venir, es siempre lo adviniente; así es como tenemos que pararnos a pensar el inicio.
Por inicio entendemos las decisiones originarias que portan e importan de antemano lo conforme a esencia de la historia acontecida occidental. A lo conforme a esencia pertenece prioritariamente la determinación sobre la esencia de la verdad a cuya luz el hombre occidental busca y encuentra, asegura y transforma, lo verdadero.
El inicio, en tanto que inicio de la historia acontecida (Geschichte), sólo está allí donde hay libertad; esto es: allí donde una humanidad se relaciona y comporta decisivamente con el ente y su verdad. Pueblos y razas pueden vivir sin historia acontecida cuando sólo importa la mera «vida»; el mero curso de la «vida» no es todavía historia acontecida, ni tampoco cuando en ello «pasan» muchas cosas, es decir, cuando desfilan ante uno muchas cosas.
El inicio de nuestra historia acontecida es lo griego; aquí vemos algo conforme a esencia que todavía alberga en sí decisiones no cumplidas. Este inicio para nosotros no es «antigüedad» (Altertum) y la meditación sobre ello no es una mera ocupación con el propósito de salvar un patrimonio heredado. El pensador de la historia Jakob Burckhardt (quien por fortuna no fue jamás «historiador») dijo, hace ya decenios, que el ocuparse de la antigüedad «se torna aquí y allá algo así como asistir a un viejo pariente pobre al que daría vergüenza dejar perecer.»]
