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GA34 – não-ocultamento

Unverborgenheit

2. El significado de la palabra griega para verdad, «no-ocultamiento», inicialmente no tiene nada que ver con enunciado ni con el contexto específico al que nos trajo el perfilamiento usual de la esencia de la verdad: coincidencia y rectitud. Estar oculto y desocultado significa algo totalmente distinto que coincidir, adecuarse, regirse por… Verdad como no-ocultamiento y verdad como rectitud son cosas separadas del todo, como si hubieran surgido de experiencias fundamentales totalmente distintas y no se las pudiera juntar en modo alguno. §2

Ya sólo la frase de Heráclito bastaría para que la palabra griega para verdad, «no-ocultamiento», no sea casual. Testimonios tales no pueden incrementarse gracias a su número por encima de aquel primero. §2

Que la diferencia meramente se presente, ¿a qué se debe? Eso no podemos decirlo sin más. Sólo podemos ver que la liberación iniciada no resulta. De ahí sólo podemos obtener ahora la conjetura de que el suceder y la existencia del no-ocultamiento en cuanto tal guarda relación con la liberación del hombre, o dicho más exactamente: con que la liberación resulte, es decir, con el auténtico ser-libre. Y aún podemos conjeturar una cosa: que la liberación resulte, tiene que darse en la dirección contraria al no resultar. El no resultar se muestra en querer regresar a las cadenas, lejos de la luz. La dirección contraria, en la que la liberación llega a su final, viene indicada entonces por el «hacia la luz», liberarse como «ponerse hacia la luz». En el volverse a la luz, lo ente debe hacerse más ente, y lo desoculto más desoculto. §4

Con ello queda indicado claramente que la esencia de la verdad como no-ocultamiento hay que situarla en la conexión entre libertad, luz y ente, o dicho más exactamente: el ser-libre del hombre, el «mirar a la luz» y el comportamiento respecto de lo ente. Libertad, luz, ente, no-ocultamiento, no se refieren unos a otros como cosas, fragmentos y momentos individuales. ¿Sino? Es más, volvemos a preguntar: ¿cuál es la conexión que estamos buscando? La que el segundo estadio aún no nos muestra, pero que en el tercer estadio de la parábola nos salta a la vista. ¿Habrá una respuesta? §4

a) Niveles del no-ocultamiento fuera de la caverna §5

En un primer momento, no entendemos nada, y por eso preguntamos. Preguntamos provisionalmente (no sólo en consideración del tercer estadio, sino también de los recorridos hasta ahora): ¿qué dice en realidad todo lo que ha aparecido hasta ahora en la parábola? ¿Qué significa para el hombre, es decir, para nuestra existencia y su relación con la verdad como no-ocultamiento? ¿No-ocultamiento en relación con la libertad, la luz, lo ente, las ideas, la idea suprema del bien? ¡Tantas palabras como preguntas! §5

4. ¿Cuál es la esencia de la verdad, en el sentido de no-ocultamiento, que se ilumina de pronto desde la unidad de estas conexiones? (§ 9) §5

Yendo de la correa de lo cotidiano, de lo de cada día, estamos forzados a lo habitual. En tal situación forzosa, que para nosotros tiene el aspecto de libertad, sólo percibimos lo ente. ¿Cómo podemos decir «sólo»? ¿Qué ha de faltar ahí, cuando, justamente en el negocio de cada día, y en cierta manera como empleados de lo que se da en llamar la situación actual, no nos comportamos de modo fantasioso, tampoco soñamos, no nos movemos en planes quiméricos ni en deseos irrealizables, sino que hacemos justamente lo cotidiano y colaboramos para que esta actividad se mantenga en marcha? ¿Qué más podemos hacer que atenernos a lo ente, a lo real? Sólo que, en la imagen simbólica, Platón designa precisamente este ente, lo cotidiano, como sombra, haciéndonos así la seña de que lo ente en torno a nosotros, por mucho que lo consideremos como tal, no es lo único ni lo verdadero de lo ente, no es lo ente en su no-ocultamiento. Pero, más allá de lo ente, ¿hay, pues, todavía otra cosa? §6

Con esto llegamos a la pregunta cuarta y decisiva: en qué medida la unidad de estos tres momentos de una conexión nos posibilita captar la esencia de la verdad como no-ocultamiento. §9

Hemos dicho que queríamos avanzar tanteando hasta la esencia de la verdad como no-ocultamiento. Con ello se quería decir que renunciamos a una definición. Tal vez una definición sea justamente lo más alejado de una percepción de la esencia. Es decir, no se trata de atrapar esta esencia con la que topamos en proposiciones, en una proposición que luego podamos recitar de memoria y repetir. La proposición en cuanto tal es lo que menos dice. Se trata de avanzar tanteando, es decir, de indagar, de consultar si y en qué medida el no-ocultamiento consiste en la unidad de las conexiones aclaradas, y tiene su origen en esta unidad misma. En este indagar, topamos con tres cosas. §9

a) Grados del no-ocultamiento. Las ideas como lo originalmente no-oculto y como lo más ente en lo ente §9

b) Las ideas como lo avistado por un vislumbrar pre-configurante que está implicado en el suceder el no-ocultamiento §9

En el origen del no-ocultamiento de las cosas, de lo ente, es decir, en su paso a través del ser, el engendrar vislumbrando que hemos caracterizado no está menos implicado que lo vislumbrado mismo en el mirar: las ideas. Que ellas constituyen conjuntamente el no-ocultamiento significa entonces que no son nada «en sí», nunca son objetos. Es más, las ideas en tanto que lo avistado son sólo (si es que podemos hablar así en general) en este mirar vislumbrando, tienen una referencia esencial con el engendrar vislumbrando. Por eso, las ideas no son objetos presentes, ocultos en alguna parte, que se pudieran hacer salir con un abracadabra. Pero tampoco son algo que los sujetos van llevando consigo, algo subjetivo en el sentido de que son hechas y pergeñadas por sujetos (hombres tal como los conocemos). No son ni cosas, objetivas, ni algo sólo pensado, subjetivo. Qué son ellas, cómo son ellas, es más, si ellas «son» en general, eso no se ha resuelto hasta hoy. A partir de ahí podrían calibrar ustedes aproximadamente el progreso que ha hecho la filosofía. Pero, al fin y al cabo, no hay progreso en la filosofía. Esta pregunta no está irresuelta porque no se haya encontrado la respuesta, sino porque esta pregunta no se ha preguntado seriamente, de modo adecuado a la Antigüedad y a la altura de ella, es decir, no se la ha examinado lo suficiente en su planteamiento. En lugar de ello, la decisión recae precipitadamente sobre una u otra de las dos únicas posibilidades que conocemos: las ideas son o bien algo objetivo (y como no se sabe dónde, se llega finalmente a tal cosa como «validez» y «valor»), o bien algo subjetivo, es decir, quizá sólo una ficción «como si», una mera figuración (fantaseada). Aparte de sujetos y de objetos no se conoce nada, ni mucho menos se sabe que esta diferenciación entre sujeto y objeto es ya y justamente la más cuestionable, por la que, desde hace ya tiempo, la filosofía resulta burlada. En vista de esta situación totalmente confusa dentro del problema más central de la filosofía, el paso filosóficamente más valioso y auténtico sigue siendo hasta hoy cuando las ideas se plantean como los pensamientos creadores del espíritu absoluto, o dicho cristianamente, de Dios, como por ejemplo hizo san Agustín. Ciertamente, esto no es ninguna solución filosófica, sino eliminar el problema, pero una eliminación que tiene un impulso filosófico auténtico, que en la gran filosofía aparece una y otra vez: la última vez, con un estilo grande, en Hegel. §9

Es decir, en un primer momento tenemos que dejar irresuelta la pregunta de qué y de si las ideas son, y de si en general podemos preguntar así. En tanto que lo avistado por un vislumbrar preconfigurante, las ideas no son ni algo objetivamente presente ni algo subjetivamente producido. Pero ambas cosas, lo avistado en cuanto tal y el vislumbrar, contribuyen conjuntamente a que surja un no-ocultamiento de lo ente, es decir, a que la verdad suceda. §9

Si sucede el no-ocultamiento, entonces el ocultamiento y el ocultar son subsanados y eliminados. Al eliminar el ocultamiento, a eso que actúa contra el ocultar, en adelante lo llamamos el des-encubrir. Este peculiar engendrar vislumbrando la idea, este proyecto, es desencubridor. Aparentemente, eso es inicialmente sólo otra palabra. Este vislumbrar como vincularse preconfigurando al ser entendido, la liberación bien entendida, es desencubridora no sólo incidentalmente, sino que este mirar a la luz tiene el carácter del desencubrir, de suyo no es otra cosa que desencubrir. Ser desencubridor es la realización más interna de la liberación. Ella es el cuidado por antonomasia: hacerse libre como vincularse a las ideas, encomendar la guía al ser. Por eso decimos: el hacerse libre, este vislumbrar las ideas, este entender de entrada el ser y la esencia de las cosas, es desencubridor, es decir, eso (el desencubrir) forma parte de la tendencia interna de este ver. El desencubrir es la naturaleza más interna del mirar a la luz. §9

Lo que llamamos brevemente desencubrimiento, es lo que porta y despliega originalmente los fenómenos a menudo comentados del engendrar vislumbrando y la visión (idea), de la luz y la libertad, como aquello que confluye en esta realización fundamental. Designamos así la unidad del vislumbrar, que en cierta manera crea a lo vislumbrable por vez primera, su conexión más interna. El no-ocultamiento de lo ente sucede en y mediante el desencubrimiento. Es un encargo proyectante e inaugurante que pone en la decisión. La esencia del no-ocultamiento es el desencubrimiento. §9

Esta frase, como definición, es apropiada en máxima medida para que el entendimiento humano común la ridiculice. No-ocultamiento es desencubrimiento, de modo correspondiente a: obedecer es ser obediente, discreción es ser callado, ¡un mero intercambio de palabras! §9

Cuando decimos que la esencia del no-ocultamiento en tanto que desencubrimiento es un suceder del hombre, que la verdad es en su esencia algo humano, y cuando se lucha con tanta evidencia contra la «humanización» de la esencia de la verdad, entonces todo depende de qué significa aquí «humano». ¿Qué concepto de «humano» se está presuponiendo ahí sin examinarlo más a fondo? ¿Se sabe, pues, sin más lo que el hombre es, para poder decidir que la verdad no puede ser nada humano? Se hace como si fuera la cosa más obvia del mundo: la esencia del hombre. Pero suponiendo que no lo supiéramos así sin más, suponiendo incluso que ya es cuestionable cómo tenemos que preguntar en general por la esencia del hombre, ¿quién nos dice qué y quién es el hombre? La respuesta a la pregunta, ¿queda encomendada a cualquier ocurrencia? No nos referimos al hombre tal como justamente lo conocemos, tal como anda por ahí, como gusta de comportarse ora así, ora de otro modo. ¿De dónde hemos de tomar, pues, ahora el concepto de hombre para justificarnos frente a la objeción de que estamos intentando humanizar la esencia de la verdad? §9

Pero habríamos entendido mal toda la interpretación anterior de la parábola de la caverna si no hubiéramos aprendido ya de dónde debemos dejarnos dar el concepto de hombre. Pues, al fin y al cabo, esta parábola narra justamente la historia en la que el hombre toma conciencia de sí como un ser existente en medio de lo ente. Y en esta historia esencial del hombre, lo decisivo es justamente el suceder el no-ocultamiento, es decir, el desencubrimiento. Así pues, justo al revés, llegamos a saber qué es el hombre sólo a partir de la esencia del no-ocultamiento. Sólo la esencia de la verdad nos permite comprender la esencia del hombre. Cuando dijimos que justamente esta esencia de la verdad (el desencubrimiento) es el suceder que sucede con el hombre, entonces eso significa que el hombre, tal como lo vemos ahí, en la parábola, en su liberación, está trans-puesto en la verdad. Éste es el modo de su existencia, el suceso fundamental del existir. El original no-ocultamiento es el des-encubrir proyectante en cuanto suceso que sucede «en el hombre», es decir, en su historia. La verdad ni está presente en algún lugar por encima del hombre (como validez en sí), ni la verdad está en el hombre como en un sujeto psíquico, sino que el hombre está «en» la verdad. La verdad es más grande que el hombre. Éste está en la verdad sólo si y en la medida en que es dueño de su esencia. Se mantiene en el no-ocultamiento de lo ente y de este modo se comporta respecto de éste. §9

Pero la pregunta es, justamente, qué es entonces ella misma, la verdad. El primer paso para entender en general esta pregunta es la visión de que el hombre, en tanto que ha tomado conciencia de sí, encuentra su fundamento (el de su existir, su existencia) en el suceder el desencubrimiento, en el que se forma el no-ocultamiento de lo ente. §9

Pues bien, ¿quién es este hombre de la parábola de la caverna? No el hombre en general, sino aquel ente totalmente determinado que se comporta respecto de lo ente en tanto que lo no-oculto, y que en tal comportamiento está no-oculto para sí mismo. Pero este no-ocultamiento de lo ente en el que él está y se mantiene, sucede en el vislumbrar proyectante del ser, o diciéndolo en términos platónicos: en las ideas. Pero este vislumbrar proyectante sucede como la liberación de esta esencia para sí misma. El hombre es aquel ente que entiende el ser y que existe sobre la base de este entender el ser, es decir, entre otras cosas: que se comporta respecto de lo ente como lo no-oculto. «Existir», y menos aún «existencia», no se emplean aquí simplemente en una acepción arbitraria y desgastada, en el sentido de suceder y de estar presente, sino en un sentido del todo determinado y suficientemente fundamentado: ex-sistere, ex-sistens, sacándose al no-ocultamiento de lo ente, expuesto a lo ente en su conjunto y, por tanto, emplazado en la confrontación con lo ente así como consigo mismo; no anulado en sí mismo, como las plantas; no perturbado en sí mismo, como los animales en su medio circundante; no meramente apareciendo ahí, como una piedra. Qué haya que entender más en concreto por ello, se hace lo suficientemente claro en las diversas publicaciones particulares, en todo caso lo suficiente como para que sea posible una confrontación con ello. Que el hombre, conforme a su esencia, se haya sacado por sí al no-ocultamiento de lo ente, sólo es posible en la medida en que ha entrado en la zona de peligro de la filosofía. El hombre fuera de la filosofía es alguien totalmente distinto. §9

La esencia de la verdad como no-ocultamiento de lo ente la buscamos en el desencubrimiento como un suceder desencubridor, sobre cuya base el hombre existe. Aquél es lo que determina por vez primera la esencia del hombre: bien entendido, del hombre del que se trata aquí, en esta parábola de la caverna. El hombre es aquel ente que entiende el ser y que existe sobre la base de esta comprensión del ser. §9

¿Qué sucede, pues? El que se ha hecho libre regresa a la caverna con la mirada para el ser. Debe estar en la caverna, es decir, el hombre, el colmado del rayo de luz para el ser de lo ente, debe pronunciar junto con los habitantes de la caverna y para ellos sus opiniones acerca de lo no-oculto ahí y para éstos, es decir, acerca de lo que para éstos es lo ente. Eso sólo puede hacerlo si se mantiene fiel a sí mismo, es decir, desde la postura del libre. Dirá qué ve en la caverna con su mirada esencial. ¿Qué vislumbra en general de antemano gracias a la mirada esencial? Entiende el ser de lo ente. Es decir, vislumbrando la idea, sabe qué forma parte de un ente y de su no-ocultamiento. Por eso puede decidir si algo es un ente, por ejemplo el sol, o sólo su imagen reflejada en el agua. Puede decidir si algo es sólo una sombra o una cosa real. Gracias a la mirada esencial, sabe ahora de antemano, antes de regresar a la caverna, qué significa en general «sombra», en qué se basa tal cosa en su posibilidad. Sólo porque ahora lo sabe de antemano, regresando a la caverna, puede constatar desde ahora que lo no-oculto que se muestra en la pared, es co-engendrado por el fuego en la caverna, que es una sombra. Con su mirada esencial, tiene ahora por vez primera la mirada para lo que sucede en la caverna. Sólo ahora comprenderá la situación de los encadenados. Comprenderá por qué no pueden conocer las sombras como sombras, sino que, lo que se les muestra, tienen que considerarlo el ser y atenerse a él. Por eso, tampoco se intranquilizará si los habitantes de la caverna se ríen de él y de sus discursos, y si tratan de hacerse los superiores con fáciles objeciones en un mero hablar opinando sin ton ni son. Al contrario: se mantendrá firme y para él será importante que los encadenados le odien. Incluso pasará al ataque, se dispondrá a liberar a uno y a familiarizarlo primero con la luz en la caverna. No les discutirá a los habitantes de la caverna que ellos se comportan respecto de algo no-oculto, pero tratará de mostrarles que esto no-oculto es algo que, justamente en tanto que se muestra, es decir, en tanto que no está oculto, no muestra lo ente, sino que lo esconde, lo oculta. Tratará de hacerles comprensible que, aunque en la pared se muestra algo que tiene una apariencia, sin embargo sólo aparenta ser como lo ente, pero no lo es; que, más bien, en la pared acontece un constante ocultar lo ente, y que ellos mismos, los encadenados, están arrebatados y anulados por este ocultamiento que acontece constantemente. §11

Así pues, ¿qué sucede? Un enfrentarse posiciones fundamentales distintas de procedencia histórica respectivamente distinta. En esta confrontación, aparecen lo ente y la apariencia, lo manifiesto y lo ocultante. Pero lo ente y lo que aparenta no aparecen como algo que sucede así, uno junto a otro, sino uno contra otro, en tanto que ambos hacen y también pueden hacer la reivindicación de no-ocultamiento. §11

En este aparecer enfrentándose lo manifiesto y lo ocultante, se muestra justamente que la mera existencia del no-ocultamiento en general no es lo relevante. Al contrario: el no-ocultamiento, el mostrarse las sombras, se obstinará aferrándose a sí mismo, sin saber que es un ocultar, y la manifestabilidad de lo ente sólo llegará a serlo en la superación del ocultar. Es decir, la verdad no es sin más no-ocultamiento de lo ente, abandonando en algún lado el ocultamiento anterior, sino que la manifestabilidad de lo ente es necesariamente en sí misma superación de un ocultamiento: el ocultamiento forma parte esencialmente del no-ocultamiento, como el valle de la montaña. §11

El desencubrimiento, la superación del encubrimiento, no sucede propiamente si no es en sí una lucha original contra el ocultamiento. Una lucha original (no acaso una polémica): esto se refiere a aquella lucha que sólo por sí misma se proporciona su propio enemigo y adversario, ayudándole a convertirse en su más aguda enemistad. No-ocultamiento no es simplemente una orilla, y ocultamiento la otra, sino que la esencia de la verdad como desencubrimiento es el puente, o mejor dicho: tender el puente a uno frente al otro. §11

¿¡Ella es, pese a todo, lo opuesto a la verdad!? Ciertamente. Pero esta no-verdad, ¿podemos llamarla sin más ocultamiento? El ocultamiento de lo ente no es ya no-verdad qua falsedad, incorrección. Después de todo, por ejemplo, con que yo no sepa algo, con que algo me esté oculto y no me sea conocido, no por ello sé algo falso, no verdadero. Ocultamiento y ocultar son aquí equívocos. Por otro lado, vemos que justamente lo opuesto a lo verdaderamente ente, las sombras, la apariencia, conforme a su esencia exige que se manifieste, que esté manifiesto, es decir, no oculto. De la apariencia y lo falso forma parte el no-ocultamiento, la verdad. Así tenemos lo curioso: lo oculto no es sin más lo falso, y la apariencia, lo falso, es siempre y necesariamente algo no oculto, y eso significa, en este sentido, verdadero. ¿Cómo conciliar eso? §11

«Así pues, esto que concede a lo ente cognoscible el no-ocultamiento y que otorga al cognoscente la facultad de conocer, eso, dí, es la idea del bien» . §13

De nuevo vemos que el bien es la capacitación del ser y el no-ocultamiento para su esencia única y unitaria. §14

Así pues, si vislumbrar las ideas constituye el fundamento para que el hombre, en tanto que ente, se relacione con lo ente, entonces con la idea suprema tiene que corresponderse un vislumbrar que suceda en lo más profundo de la esencia del hombre. El llegar preguntando hasta la idea suprema es entonces, al mismo tiempo, un descender preguntando hasta el más profundo vislumbrar que le sea posible a la esencia del hombre como un existente, es decir, el preguntar por la historia esencial del hombre con vistas a entender qué es lo que capacita al ser y al no-ocultamiento del ente para aquello que son. Esta pregunta por la historia esencial del hombre la hemos preguntado junto con Platón, a lo largo de un trecho, al ir comprendiendo por nuestra parte la parábola de la caverna, y vimos que es un suceso enteramente determinado, con estadios y con tránsitos de un estadio a otro enteramente determinados. §15

«Pues el alma no podría venir a esta figura si no llevara en sí la mirada ya colmada al no-ocultamiento.» §15

Todas estas determinaciones acumuladas sólo están diciendo siempre de modo más claro e inequívoco lo que toda la interpretación de la parábola de la caverna debía darnos a conocer. La pregunta por la esencia de la verdad como no-ocultamiento es la pregunta por la historia esencial del hombre. §15

2. El enunciado es verdadero en la medida en que se adecua a algo ya verdadero, es decir, al ente como lo no-oculto en su ser. La verdad como tal rectitud presupone el no-ocultamiento. §16

Pero, pese a todo, ¿no demuestra la parábola de la caverna lo contrario? Después de todo, hemos tratado profusamente de mostrar que en todos los estadios sucede una transición de un elemento no-oculto a otro, y que el no-ocultamiento constituye el suceso fundamental de esta historia. ¿Cómo podemos negar ahora nuestra propia interpretación? §17

Así pues, el no-ocultamiento es tema para Platón, y sin embargo no lo es. Porque sucede así con el no-ocultamiento, tampoco se llega a un esclarecimiento expreso del ocultamiento de lo ente. Es más, precisamente esto: que falte la pregunta por el ocultamiento en cuanto tal, es la prueba decisiva de la ineficiencia ya incipiente del no-ocultamiento en sentido estricto. Por eso, como tesis conductora para lo sucesivo, tenemos que mantener esto: el modo de tratar de y de preguntar por el ocultamiento, es la señal del grado de originalidad de la pregunta por el no-ocultamiento en cuanto tal. Pues el no-ocultamiento de lo ente, precisamente, se ha obtenido a partir del ocultamiento, se ha ganado en la lucha contra éste. En el modo como se establece y se mantiene la lucha contra el ocultamiento de lo ente, y eso significa a favor del no-ocultamiento, se puede apreciar cómo se toma al enemigo en esta lucha, es decir, cómo el hombre mismo valora su fuerza y su debilidad propias para la verdad. §17

Sólo esto es el resultado decisivo de la interpretación de la parábola de la caverna y de toda la observación anterior: la visión de que la pregunta por la esencia de la verdad como no-ocultamiento tiene que transformarse en la pregunta por la no-verdad. Dicho con otras palabras, ahí reside ya una respuesta decisiva a la pregunta por la esencia: una respuesta que no hace más que agudizar y ampliar el preguntar. Pero esta visión la volvemos a perder ya en el momento mismo en que hacemos de ello una opinión y un parloteo y en adelante, en función de lo que hemos oído decir, vamos diciendo que la pregunta por la esencia de la verdad es la pregunta por la esencia de la no-verdad. Para eso habría sido mejor quedarse en la antigua opinión de que la verdad es coincidencia del juicio con el objeto. §17

Ciertamente, a estos reparos les podríamos objetar que, pese a todo, en las consideraciones precedentes se ha tratado con suficiente amplitud de la verdad, de modo que ya hay algo previamente dado que sea negable y que, en tanto que esto negado, represente entonces la no-verdad. Eso es cierto. ¿Pero seguimos estando entonces aún en el asunto? Cuando argumentamos así, ¿no volvemos a quedar adheridos a las meras palabras de «verdad» y «no-verdad», como si no hubiéramos llegado a saber que verdad significa no-ocultamiento? Luego entonces, conforme al asunto, la verdad es ella misma ya una negación. En el no-ocultamiento se dice «no» al ocultamiento. Entonces todo es al revés: la verdad es negación (negativa), la no-verdad es afirmación (positiva). §18

1. Hemos pasado por alto que la verdad, ya qua no-ocultamiento, es pese a todo una negación y no debe oponerse como lo positivo a la no-verdad como lo negativo. §18

Habiendo eliminado los reparos metódicos mencionados, no hemos avanzado en la comprensión específica de la esencia de la verdad y la no-verdad. Y sin embargo, en ello ha resultado una importante indicación: la verdad y la no-verdad, el no-ocultamiento y el ocultamiento, no son simplemente oposiciones, negaciones recíprocas en el sentido de que, recurriendo a añadir el «no», hayamos concebido ya lo respectivamente otro, sino que el «no» y lo negativo, evidentemente, forman parte de la esencia de ambas: de la verdad como no-ocultamiento, pero al mismo tiempo también, de otra forma, de la no-verdad qua falsedad en tanto que algo nulo (algo que está contra la verdad). Al cabo, es justamente este «no» lo que otorga tanto a la verdad como a la no-verdad, en un sentido respectivamente distinto, el poder y la impotencia peculiares, pero también lo que hace tan difícil de captar la esencia de ambas y la esencia de su conexión que, ya al preguntar, la mayoría de las veces nos equivocamos en la dirección y en el planteamiento. Dicho brevemente: el no-ocultamiento y el ocultamiento, en sí mismos y no a sólo a causa de un diferenciar formal y extrínseco a ambos, están entrelazados con lo vano y lo nulo. En la pregunta por la esencia de la verdad tiene que desempeñar una función especial la pregunta por el «no» y la negación. §18

La pregunta por la esencia de la verdad se determinó inicialmente como pregunta por la esencia del no-ocultamiento. Qué forma parte de esta pregunta, se puso de relieve mediante una interpretación de la parábola de la caverna. Un carácter fundamental del no-ocultamiento consiste en que es algo que sucede con lo ente mismo. Pero este suceso, sin embargo, forma parte de un modo determinado de la historia de la existencia del hombre en tanto que existente. El no-ocultamiento no existe en sí mismo en alguna parte, y ni siquiera como propiedad de las cosas. El ser sucede como historia del hombre, como historia de un pueblo. A este suceso del no-ocultamiento de lo ente, lo hemos llamado el desen-cubrimiento. §19

Desencubrir es, en sí mismo, confrontación con y lucha contra el ocultar. El ocultamiento se da conjuntamente, siempre y de modo necesario, en el suceder el no-ocultamiento: se hace valer ineludiblemente en el no-ocultamiento, y ayuda a que éste llegue a ser por vez primera tal no-ocultamiento. Por eso, preguntar realmente por la esencia del no-ocultamiento significa tomarse en serio la pregunta por la esencia del ocultamiento. Pero éste es, en la relación con la verdad, el no-desocultamiento, la no-verdad, es decir, no-verdad en sentido abarcante. La pregunta por la esencia de la verdad se transforma por tanto en la pregunta por la no-verdad. §19

1. La pregunta por la esencia de la verdad en el sentido de no-ocultamiento de lo ente es una pregunta por la historia esencial del hombre como un existente. §19

4. La pregunta por la esencia de la verdad como no-ocultamiento es en sí la pregunta por el ocultamiento, es decir, por la no-verdad en el sentido más amplio. §19

En primer lugar, el ver. ¿Por qué precisamente el ver con los ojos, es decir, una actividad determinada de nuestros sentidos, como decimos, es aquel comportamiento en el que para los griegos, en cierta manera, se expone sensiblemente el conocimiento? Se podría pensar: porque el ver es un modo de percepción que permite constatar de una vez diferencias especialmente nítidas y precisas, y que por tanto hace accesible también un ámbito múltiple en su pluralidad. Pero no es eso, sino que el ver es lo que mejor ofrece la correspondencia con lo que se considera previamente, y en un primer momento preconceptualmente, como momento fundamental del conocer, a saber, que es de algún modo un percibir lo ente. Pero para los griegos, como hay que enfatizar una y otra vez, lo ente significa lo que comparece. El modo de percibir y determinar lo ente tiene que disponerse con arreglo a y tiene que regirse conforme a lo que hay que percibir. Percibir y conocer lo que comparece en cuanto tal, lo ente en su presencia, tiene que ser un tener presente. Y el ver, el tener a la vista, el mantener en la mirada, es de hecho la forma predominante de tener presente algo, la más llamativa, la más inmediata, y al mismo tiempo la que más impresiona y se graba y la que tiene un alcance más amplio. Gracias a su carácter privilegiado de hacer presente, el ver sensible asume la función de ejemplo paradigmático de conocer, tomándolo a éste como percibir lo ente. La esencia del ver es que hace presente y mantiene presente, que mantiene algo en la presencia, de modo que eso es manifiesto, que está ahí en su no-ocultamiento. §21

Conocer es tener presente lo compareciente en cuanto tal, tenerlo a disposición en su comparecencia, aun cuando haya de estar ausente, es decir, también y justamente cuando la cosa singular no está a disposición. Ello implica que, para tal disponer, lo ente se muestra en su sentido, que está manifiesto, no-oculto en cuanto tal. De este modo, saber (entender de algo) pasa a ser disponer sobre el no-ocultamiento de lo ente, es decir, tener y poseer la verdad. Ver significa tener a disposición algo en su comparecencia y constancia, disponer sobre aquello como lo cual lo ente se muestra y tiene que mostrarse en cuanto tal, es decir, sobre el modo como está manifiesto y no-oculto. Entender de algo es disponer sobre el no-ocultamiento de lo ente. Saber y entender de algo es: mantenerse en el no-ocultamiento del ente comprendido, poseer su verdad. §21

3. Hasta qué punto sólo ahora se desvela el «alma» y se cumple el propósito de la conversación, no necesita más aclaración. «Alma» sirve como nombre para la relación con el ser (que el propio ofrecer un aspecto comparezca), y por tanto con el no-ocultamiento. A la corporalidad y al ser vivo se les ha dejado entrar en esta relación, en la que el hombre histórico es. §24

«Ahora bien, ¿hay alguien que sea capaz de acertar con algo en su no-ocultamiento que no haya topado ya también con lo ente en cuanto tal ? §35

«Pero en relación con aquello cuyo no-ocultamiento no ha alcanzado alguien, ¿puede éste ser jamás un sapiente? §35

–¿Pero, según lo que hemos dicho, a ella no le es dado llegar a poseer el no-ocultamiento? ¿Luego entonces, tampoco el ser? §35

Pero la verdad como rectitud se basa en la verdad como no-ocultamiento. ¡Pero el no-ocultamiento lo es el del ser! ¿Qué es el ser? La pregunta por el ser es equívoca. Lo primero que se necesita es la entrada a la superación de la metafísica, cuya consumación tiene que haberse experimentado previamente, pero esto como aquello que ahora e inicialmente «es». No una huida a la historia, ni a Platón ni a Dante, ni a Kant ni a Goethe. APÉNDICE

El impulso y la inquietud de esta historia es la liberación del hombre para la esencia del ser: espíritu, proyecto de mundo, visión del mundo, una realidad fundamental y un modo de pensar en los que hay luz y espacio para el epos, el desarrollo del Estado, la tragedia, la arquitectura cultual, las artes plásticas, la filosofía. Con el comienzo de esta historia, comienza la verdad, y con este comienzo, el hombre entra en la no-verdad en el sentido más profundo de la no-verdad, es decir, del ocultamiento de lo ente. Tampoco este ocultamiento se da por sí mismo, sino sólo y justamente donde ya hay lo manifiesto, cuyos límites y determinación es justamente lo oculto. Qué sea el no-ocultamiento, eso sólo se muestra en su determinación desde el ocultamiento. APÉNDICE

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